viernes, 24 de enero de 2014

Carta a mi hijo. (SICB 2013)



Querido hijo, cuando todavía no habías llegado yo ya sabía que quería llevarte  cerca de mí, solo que no sabía cuánto... Cuánto de cerca y cuánto tiempo. 
Te escribo estas líneas para contarte lo que ha significado el porteo para mí, para que cuando seas mayor y leas esta carta sepas que tu madre te llevó en brazos siempre que lo necesitaste, te consoló siempre que lloraste.


Al principio, cuando naciste, te llevaba casi siempre en brazos, cuando salíamos a la calle te llevábamos en un carrito rojo y negro muy chulo, cuando llegábamos de vuelta siempre volvíamos contigo en brazos y el carro vacío.  Pero a los pocos días, me atreví a llevarte en el fular, poquito rato, un ratito en el carro, un ratito en el fular... Poco a poco nos fuimos haciendo con él y lo utilizábamos bajo cualquier excusa , tenías hipo: al fular, tenías hambre: al fular, tenías sueño: al fular...  Llorabas? Pues fular que te crió... y ya está... No había niño. Yo le decía a todo el mundo que mi trapito era mágico, y no me atrevía a salir a la calle sin él. 

Cuando tenías un mes, tu papá decidió que ya no aguantaba más lo de hacerse el nudo, así que buscamos una mochila que fuera adecuada para tu edad para que así papi te pudiera llevar, y seguimos  porteándote a diario, horas y horas, eras un bebé que nunca lloraba, te llevábamos con nosotros a todos lados, al Teide, a La Palma a ver a tu bisabuela, a ver a la abuela de la península, y siempre con un trapo (o varios) por si acaso. 

Después, cuando tenías un mes y medio me entró el gusanillo de probar con una bandolera, se vino una Sakura para casa, y ha sido uno de los portabebés que más hemos utilizado. Te encantaba porque te enganchabas a la teta y hasta parecía que te escondías para estar a solas con ella.  

Cuando llegó el invierno y papá se fue a trabajar nos tuvimos que quedar solos tú, Cooper, nuestro perro cuando eras pequeño, y yo. Fue entonces cuando empecé a portear por pura necesidad. Hacía frío y muchos días llovía, pero al perro había que sacarlo igual. La posibilidad de salir con el carro, el perro y bajar la basura al mismo tiempo quedó totalmente descartada. Al principio te sacaba con el fular y un abrigo enorme, solo se te veía la cabecita con un gorrito por encima de la cremallera, ahora lo pienso... Era Noviembre y tú solo tenías 3 meses... ¡Eras un ratoncito! Pero a esas alturas ya no cabías bien dentro del abrigo así que me hice con un cobertor de porteo de forro polar y chubasquero, era una maravilla, ibas  calentito y yo sabía que ibas super agustito, porque nada mas ponerte te quedabas dormido.

En casa, como no tenía a nadie que me ayudara y que te cogiera en brazos mientras yo hacía las cosas, te llevaba siempre encima. Mas adelante, cuando tenías unos 5 meses, me animé a ponerte en mi espalda,  en mochila y con fular tejido en nudo canguro. Madre del amor hermoso! Ese día se me abrió un mundo nuevo, tenía espacio libre delante de mí! A partir de ese momento empecé a disfrutar del porteo de una manera diferente, podía hacer más cosas sin descuidarte ni un solo momento, sabiendo que vivías feliz en mi espalda.

Todo ese tiempo que te llevé encima, hacía que yo quisiera compartir lo que yo sentía al llevarte tan cerca,  explicar a la gente que también tenía bebés, que era fantástico, que no dolía la espalda como ellos creían  . Quería que supieran lo bueno que era,  lo feliz que nos hacía a ambos nuestro eterno nexo. 

Así fue como decidí abrir nuestra tiendita, en la que te criaste, en la que creciste, donde aprendiste a caminar y a hablar, donde te escondías en las cajas de los pedidos y jugabas dentro, con muñecos de Ikea....donde jugabas con los niños que venían con sus papás, con los peques del grupo de lactancia, con Nena, con Valeria y con otros tantos niños que vendrían, donde creaste tu particular parque temático, donde creé para ti nuestro rincón, tuyo y mío, detrás del sofá, escondidos. 

A día de hoy, en el momento de escribir esta carta, cuando estás a punto de cumplir 14 meses puedo decir que el carro rara vez lo usamos, si estamos por ahí comiendo y te apetece echar la siesta...ha pasado a ser como el fular al principio, que lo llevábamos por si acaso.   Y sigo porteándote, he creado una portabebeteca, hay días que no se muy bien que portabebé utilizar de tantos que tengo,  pero siempre elijo uno, según mi estado de ánimo,  y siempre te llevo conmigo, bien cerca, a mi espalda, para que me sientas y puedas abrazarme, tocarme el pelo, darme pellizcos, todo lo que quieras. 

Ya ves hijo mío, que el porteo nos ha salvado la vida, nos ha hecho más independientes, ha hecho que aprendieras muchísimo, que mamaras durante mucho tiempo, que nos hiciera la vida mas fácil y en definitiva que seas un niño muy feliz.
Y así seguiremos... hasta que tú quieras...

Te querré siempre,

Mamá